Seguir trabajando junto a las comunidades del Sur, extremando la prevención

19-03-2020

La Fundación y el resto de organizaciones que forman parte de Humana People to People siguen minuto a minuto la evolución de la crisis sanitaria global que vivimos en la actualidad, como consecuencia de la pandemia de enfermedad por coronavirus. Y lo hacen tanto en el Hemisferio Norte, como, por supuesto, en el Hemisferio Sur, con especial atención a los países y las comunidades en las que se llevan a cabo acciones de desarrollo.

El objetivo de Humana en este caso es doble: por un lado, cumplir las recomendaciones y las directrices que marquen las autoridades nacionales y locales y, por otro, favorecer la prevención y la protección de los equipos y del conjunto de las personas involucradas en los programas de cooperación.

Son numerosos los países africanos que han puesto en marcha todo tipo de medidas de prevención y contención, cerrando fronteras, limitando la movilidad y extremando las precauciones.

Teniendo en cuenta estos condicionantes, la actividad de los programas de cooperación de Humana y sus socios locales prosigue. Se ha ralentizado en ciertos casos para favorecer la prevención, pero en líneas generales el trabajo junto a las comunidades se mantiene, insistiendo en cuestiones como la higiene de manos o la limitación de las aglomeraciones y el contacto físico, así como en la detección de posibles síntomas. Las campañas de sensibilización, formación e información son clave también en este sentido. Un ejemplo es la labor que Humana People to People China realizó durante las semanas en las que la crisis del coronavirus fue más acusada para la población china.

En algunos de los proyectos ya se están activando planes de contingencia que asumen la suspensión temporal de sus actividades, en línea con las Oficinas Técnicas de Cooperación de AECID y las Delegaciones correspondiente de la Unión Europea, reforzando el contacto directo con los donantes y las autoridades locales.

En el ADN de Humana se encuentra una visión a largo plazo, una apuesta por la sostenibilidad de las acciones emprendidas, así que el propósito fundamental es seguir hombro con hombro con las personas que más lo necesitan.

Impacto en los países en desarrollo

Es cierto que el epicentro de la crisis sanitaria se encuentra en este momento en Europa. Se trata de un hecho sin precedentes en la historia moderna del continente, que está provocando que la ciudadanía esté atravesando momentos de incertidumbre, tanto en lo relacionado con su salud, como con cuestiones socioeconómicas.

No obstante, debemos, una vez más, centrar la mirada en los países en desarrollo, en los que los sistemas sanitarios son mucho más endebles, tanto a nivel de diagnóstico como de tratamiento. La capacidad de actuación de los Estados es mucho menor y la información y formación con que la población cuenta sobre prevención es, en el mejor de los casos, escasa. La protección social es, por consiguiente, muy pequeña.

Hay que tener en cuenta, asimismo, que los pacientes inmunodeprimidos están lógicamente más expuestos a las consecuencias del virus. Recordemos que sólo en África hay casi 24 millones de infectados con el VIH y un número igualmente elevado de enfermos de tuberculosis. VIH y TB están, además, íntimamente relacionadas: según la OMS, sólo en 2018 se registraron 862.000 nuevos casos de tuberculosis en personas VIH-positivas, el 72% de ellos en África.

La escasez de agua potable en muchas zonas de África puede ser otro factor que provoque una propagación exponencial del COVID-19 llegados a un caso.

Los expertos coinciden en que la estrategia más adecuada para frenar su avance es la contención, detectando rápidamente los casos, aislándolos, dando tratamiento e intentando rastrear sus contactos. 

A favor de los países del África Subsahariana juega el hecho de que la edad media de la población es menor, lo que invita a pensar que puede ser más resistente a la propagación del virus. El calor propio de estas latitudes es posible que también ralentice la propagación.

Según las últimas informaciones disponibles son ya más de una treintena los países africanos que han registrado positivos por coronavirus, hasta un total de unos 600 afectados.

No hay que olvidar también a otras zonas, como América Latina. En Ecuador, por ejemplo, país en el que la Fundación trabaja de la mano de Humana Pueblo a Pueblo, han decretado ya el confinamiento, con el propósito de frenar una posible expansión del virus.

La crisis económica desatada y su posible influencia en las políticas de desarrollo

En Europa, a la crisis sanitaria se une la consecuente tormenta financiera que le acompaña. UNCTAD acaba de publicar una primera estimación del coste global de la pandemia: en 2020 ascenderá a alrededor de un billón de dólares, mientras que en años siguientes todavía estar por determinar.

Las administraciones deben ante esta situación redoblar sus esfuerzos, poniendo en marcha escudos económicos y sociales, similares a los que países como España y Francia acaban de anunciar. Ello significará destinar enormes recursos que, esperemos, no pongan en peligro los instrumentos de ayuda oficial al desarrollo y los programas de asistencia y emergencia.

La meta debe seguir siendo acabar con la desigualdad, luchar contra la pobreza, favorecer el desarrollo sostenible.

 

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