El impacto positivo de la ropa usada en África

24-07-2017

‘¿A dónde van a parar las prendas que deposito en el contenedor? ¿Llegarán a la gente necesitada?’. Son las preguntas más recurrentes cuando depositamos una bolsa con ropa usada en alguno de los 5.100 puntos de recogida que tenemos en toda España o la entregamos en alguna de las tiendas de la Fundación.

La respuesta es sencilla: esa ropa se clasifica y prepara para su reutilización, en función de su calidad. El 49% de textil tratado se exporta a varios países, principalmente a Guinea-Bissau y Mozambique. Si nos centramos en este segundo país, la venta de ropa de segunda mano comenzó en los años 80 y desde entonces mantiene los mismos objetivos: por un lado, ofrecer prendas de calidad a precios asequibles a la población con menos ingresos y, por el otro, generar recursos para los programas de desarrollo que lidera nuestro socio local, ADPP-Mozambique.

El camino que sigue la ropa hasta el país africano es el siguiente: la Fundación selecciona las prendas más adecuadas al clima y los gustos de la población local, antes de ser exportada. Se compactan y prensan en balas de entre 400 y 500 kg, se cargan en contenedores y se envían por barco con destino al puerto de Beira, la segunda ciudad más poblada tras la capital, Maputo. Nuestro socio local se encarga de recepcionarlas y depositarlas en almacenes o centros de tratamiento donde nuevamente se clasifica (hasta en 72 categorías o cualidades diferentes) y se empaqueta en balas o fardos de ropa de 15 kg y 45 kg, que posteriormente se venden a mayoristas. La cadena finaliza cuando estos comercializan las prendas en mercados locales.

Motor de desarrollo local

Alcina Mateus tiene 23 años, su marido está desempleado y cuida a los hijos pequeños de la pareja. Vende ropa infantil de ADDP-Mozambique en un pequeño mercado, situado detrás de los más modernos edificios de Beira. “Empecé a vender esta ropita hace un año y ya tengo una clientela fiel. Con lo que obtengo doy de comer a mis hijos y puedo garantizarles que vayan a la escuela. No quiero que sean como yo, que no pude estudiar”, confiesa.

Jorge Viegas, de 48, vende ropa desde hace 17 años y en todo este tiempo ha creado docenas de puestos de trabajo. Algunos de sus antiguos trabajadores ahora son competidores en el mismo mercado. “¡No me importa, hay sitio para todos!”, reconoce este veterano profesional, “cuando empecé éramos tres o cuatro vendedores, ahora somos diez veces más, pero hay espacio para todos porque la gente demanda ropa de calidad y a buen precio”.

La ropa de segunda mano está a disposición del consumidor final en 24 puntos de venta al por mayor, repartidos por todo el territorio. Todo el proceso recepción, clasificación y venta) ha permitido la creación de 520 puestos directos de trabajo y proporciona una fuente regular de ingresos a 6.000 vendedores y más de 25.000 personas que trabajan por cuenta propia en el sector.

Cinco millones de clientes

Desde ADPP-Mozambique calculan que la cifra de destinatarios o consumidores finales asciende a cinco millones y añaden que más del 70% tiene su destino final en el medio rural, donde los habitantes apenas pueden acceder a los escasos comercios de ropa de primera mano.

La entidad mozambiqueña enumera los beneficios que comporta su labor:

  • Proporciona a la población ropa de segunda mano y zapatos de buena calidad a precios asequibles. Mozambique es unos de los países más pobres del planeta: sus indicadores socio-económicos le sitúan en la cola de los estados que integran el Índice de Desarrollo Humano (en 2016 ocupaba el puesto 178 de 186). Con una población de 28 millones de habitantes, se calcula que seis de cada diez personas viven con menos de 90 céntimos de euro al día.
  • Crea puestos de trabajo, tanto directos como indirectos.
  • Les permite generar fondos para proyectos de desarrollo, principalmente en el ámbito de la educación así como el sanitario, agrícola y de energías renovable. En la actualidad hay 50 proyectos que emplean más de 2.000 trabajadores.
  • Estimula el comercio local: los excedentes que consiguen con los ingresos por la venta de ropa, se invierten en la producción agrícola y en la adquisición de productos básicos.
  • A todo ello hay que añadir acciones puntuales de asistencia en casos de emergencia, en colaboración con las autoridades nacionales y otras organizaciones no gubernamentales. En enero de 2013, por ejemplo, unas inundaciones en la provincia septentrional de Gaza provocaron que más de 150.000 personas fueran evacuadas de sus hogares. En coordinación con el Instituto Nacional para la Gestión de Desastres, se distribuyeron 50 toneladas de ropa procedentes de nuestra planta de Barcelona.

Otro ejemplo: ADPP-Mozambique distribuyó en 2015 un total de 180 toneladas de ropa a orfanatos, familias vulnerables y comunidades rurales afectadas por la falta de lluvia o por inundaciones.

¿Positivo o negativo para los países receptores de la ropa?

Como hemos visto, Humana no realiza donaciones (excepto en casos de emergencia) sino que a través de sus socios locales vende la ropa a precios de mercado a pequeños comerciantes con el fin de satisfacer la demanda del país, impulsar la actividad económica y generar recursos para el desarrollo. Entre la comunidad internacional está ampliamente aceptado que la donación regular de bienes en especie para grandes grupos de personas puede perjudicar los mercados locales y provocar una dependencia psicológica y material. No obstante, existen voces que afirman que la importación de ropa de segunda mano ahoga la industria textil local y los medios de vida en algunos países en desarrollo.

Un estudio realizado por Oxfam Gran Bretaña (“El impacto del comercio de ropa de segunda mano en los países en desarrollo”) confirma que, en los países con bajo poder adquisitivo, y para los ciudadanos más pobres, la ropa de segunda mano es la opción más asequible: no pueden permitirse más que unos pocos artículos de ropa nueva para ocasiones especiales, por ello necesitan opcionesasequibles que nuestros socios locales pueden proporcionarles. Por otro lado, en los últimos años se ha advertido que muchos consumidores prefieren una prenda de segunda mano procedente de Europa que una asiática aunque sea nueva, debido a la evidente diferencia de calidad.

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